Terapia
Me encontré con Teresa el 20 de octubre. La vi acercarse a la mesa de la cafetería con su andar característico, arrastre de pierna, contoneo de cadera, paso corto, pisada suave acompañada de un leve susurro de tacón. Un instante y, el tiempo transcurrido retrocedió para mostrarla veinte años más joven a mis ojos de hoy. Me levanté y le planté un beso en la mejilla, un sincero gusto me hizo abrir los brazos y estrecharla con cariño. Tanto tiempo le dije. Ella sonrió y complacida correspondió el comentario con un “y nosotras seguimos siendo las mismas”. Nos sentamos y dejamos que nuestras palabras hicieran eco a las de los otros comensales para perderse en los recovecos de los tiempos compartidos de la adolescencia. Ella se había casado y divorciado, madre de tres chicos varones y con un trabajo agotador como jefa de cocina de un negocio gourmet que la hacía atender detalles que a mi me parecían intrascendentes como aquellos referidos a la presentación de los platillos que teníamos s...