Encuentro violáceo
El tinte violeta que sus ojos desprendían me sorprendió de momento. No esperaba que tras esas pestañas bajas estuvieran cobijados dos imanes. Obligué a mi cerebro a desconectar mi vista de esa magnética energía sublime, cerré los ojos y en mi mente apareció su reflejo inverso. Mientras tanto sonreías divertida. Repuesto, me centré en la petición primera, y pregunté de nuevo, ¿el señor Martínez? tengo cita a las once, me escuchaste atenta con la pluma en tus labios jugueteando con tu lengua. Media vuelta diste para consultar la agenda, Outlook, me dije. Efectivamente, si hay una cita, su nombre es… Carlos Darwin, completé. Como siempre, mi nombre despertó la sonrisa, sí… como el de la teoría de la evolución, la culpa la tiene mi padre. Pero que pecado he de estar pagando, el karma se hereda decía papá ni modo me tocaba a mí tomar venganza, a mi tampoco me fue fácil ser Carlos Marx. Vaya familia la mía, por qué hacer caer sobre sus propios hijos la misma piedra. Pero mis hij...