La máquina del tiempo

Hace una semana descubrí una máquina del tiempo. Acababa de terminar una caminata de una hora cuando de reojo descubrí esa compuerta en el centro del parque. Sentí en el interior un jaloneo que me incitaba a acercarme. Lo hice primero, con pequeños pasos y viendo a mis costados que no hubiera nadie más. Los años a cuestas dictaban alejarme, pero en mi interior unos ojos de niña atrevida se encendieron y tomé valor para llegar hasta ahí y sentarme, tomar las cadenas de los costados, subir mis pies alejándolos del suelo para estirar las piernas e iniciar el suave balanceo de atrás a adelante, doblar las piernas y volver a estirar. Mientras mis ojos cerrados ayudaban a la memoria episódica a traer esa sensación olvidada de vuelo con la cara al viento. El tiempo pareció detenerse mientras mi ser fluía en concordancia; abrí los ojos y vi mis piernas achicarse al igual que mis brazos, sentí mi corazón bombear, mis cachetes calentarse al sol y los ojos chispeantes se abrían y cerraban en di...