Ella dejó el teléfono

Ella dejó el teléfono hablando solo boca arriba. Por el auricular, las palabras salían y se perdían en la habitación. Ella se había sentado en la silla de la cocina y había vuelto a picar la cebolla. No importaban ni los gritos de los niños que jugaban fut afuera en la banqueta. Ni ese repiqueteo monótono del teléfono que avisaba que del otro lado de la línea ya habían colgado. Ella seguía haciendo sonar el cuchillo contra la cebolla en la tabla de madera. Mientras, sus ojos jugosos soltaban el zumo de su tristeza, ella ya no estaba ahí. Se había colado por las rendijas de sus recuerdos y ahora lo abrazaba colgándose de su cuello en aquel día del mes de enero. "Cositas" - Le dijo, melosa- "eres un ..." -le decía cuando él la interrumpió con un beso.  -"Vamos, deja de hablar y acompáñame ahora a que te lo muestre, verás que es el mejor ejemplar de mi colección." Se dejó arrastrar guiada por su mano fuerte que la asía con suavidad. -"está bien, está bien pero poco entiendo de estas cosas".
En el monitor de su computadora apareció, entonces aquel extraño ser. Sintió sus ojos clavados en ella y descubrió ahí la sonrisa de él. -"Por Dios, cómo es que le has dado tu propia sonrisa". -"Es mi avatar, recuerda que es mi representación virtual, por lo que lo diseñé y programé para que me sea tan afín que no quede duda que soy yo". -"Sí, un tú cabezón" -dijo ella mientras reía. Ambos se tomaron de las manos mientras el avatar sonreía complacido sin que ellos se percataran de su burlona presencia.
Los chicos de la calle habían dejado de jugar y el teléfono seguía descolgado cuando escucho el ruido de las llaves que abrían la puerta. Dejó de picar la cebolla y corrió a colgar el teléfono.
-"¿Qué haces Maricruz?"- dijo su madre. -"¿Qué voy a hacer mamá? lo que me pediste por la mañana, antes de marcharte. Ya está picado el tomate, la cebolla y la limonada está en el refrigerador".
-"Bien. Es bueno tener tu ayuda. Gracias, querida". Ella no respondió solo atinó a sonreir mientras se lavaba las manos.
Durante el día no había vuelto a pensar en la llamada telefónica que le había robado la tranquilidad. Pero ahora que la noche se acercaba, volvía a revivir la escena y se escuchaba contestando confiada. -"Si, soy yo, ¿cómo? No ... pero... ah entiendo ..." soltando el teléfono y dejándolo ahí estacionado para ignorarlo y volver a su tarea como si nadie la hubiese interrumpido antes. Diciéndose que esa mujer no había hablado ni le había dicho nada que a ella le preocupara, que no era a ella a quien ese mensaje iba dirigido, que era una equivocación y no iba a permitir que una desconocida le dijera que él no existía. Que sus recuerdos no eran mas que eso, simples retazos del pasado y que éste no tendría ya ninguna presencia en el ahora. La negación era la opción menos dolorosa. Lo esperaría. Estaba segura que él llegaría a cenar.

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