Pedazo de cielo
A Guillermo Antonio a XX años de entrar en mi vida:
Deja que te tome en mis brazos,
te acurruque junto a mi pecho.
Mi pequeño, mi lindo niño y
te cante a la ru ru nene a la ru ru ya,
duérmete mi niño, duérmeteme ya.
Lu, lu, lu, lu, lu, lu, lu.
Un pedazo de cielo me han traído,
una linda estrella primorosa.
Una guía que me muestra la verdad,
que en el mundo, sólo existe la pureza del amor.
Un milagro es la vida que en mi cuerpo anidó y
recuerdo aquellos versos que de niña recité:
"En este nidito vive un pajarito, pio, pio, pio.
La abeja se abriga en este panal.
El vivo conejo se esconde en su agujero.
Y yo, en mi camita me voy a dormir."
Nido, mis brazos y regazo serán siempre tu nido.
Aunque vueles alto y en otras fronteras te encuentres
si requieres juntar fuerzas sólo tus ojos cierra,
siente tu frente junto a mi corazón
mientras mis largos brazos,
a la distancia te ofrecen consuelo y remanso.
Reactiva tus fuerzas
regresa a tu origen en pensamiento.
Pero si aún estoy en el mundo,
no pospongas tu visita, aquí estarán
para tí, estos brazos ansiosos por estrecharte.
Pájaro al fin, ensaya tus vuelos, planea,
viaja pero regresa con una hoja, con una flor,
con la esperanza de que más allá hiciste el bien
y si me cuentas con alegría
que tu propio nido has de formar,
una sonrisa de bendecida me dibujarás.
Abeja trabajadora,
formadora con
posibilidades de elegir.
Si no sigues mis consejos,
no importa, mi pequeño
si me muestras, querubín,
que tú sabes lo que quieres y
decides tu camino aceptando consecuencias,
corrigiendo, desandando,
empuñando los valores de justicia,
verdad, respeto y humildad.
No desesperes que el secreto de la vida
se resume en el verbo amar.
Panal, las mieles del éxito aparecerán
si concentras tus esfuerzos
en poner en práctica el secreto.
Ama intensamente.
No temas al éxito,
es tu semilla.
Déjalo germinar en tu vida.
El vivo conejo
no se escondió en su agujero,
corrió a sembrar sus talentos.
Los cultivó, los cuidó, abonó,
trabajó, labró el camino,
aprovechó las oportunidades,
se tomó su tiempo y
supo cuando pegar la carrera.
Supo andar y desandar caminos.
Vive despierto aunque,
la vida sea un sueño.
Porque el sueño final,
es este que vives hoy
en el recreo de ese niño-hombre
que eres, fuiste y serás.
Déjame entonces,
hijo mío, anidarte entre mis brazos.
Velar tu sueño hoy
que es un solo punto
en el tiempo del universo,
cuando después de amamantarte,
placidez y plenitud equilibrada,
colorean tus párpados
un azul-rosado extraño.
Muerte y vida, mi pequeño,
me estremezco,
pero tu lánguida sonrisa es
arcoiris de la alianza del Maestro.
Un pedazo de cielo,
entre mis brazos.
Creces,
tu mundo se expande.
Saltas de nube en nube,
Trato de atraparte y
te me escabulles.
Buscas ese espacio
de rompecabezas,
ubicarte, pedazo de cielo
en el Universo.
En el plan divino,
libertad, albedrío
somos los padres
solo un inicio.
Habrá que aflojar,
separar las manos
dejarte volar,
confiar,
unirlas de vuelta,
orar.
Musitar esas palabras,
las que aparecen en los labios,
en línea directa como saetas
de corazón a lengua,
en todo padre al observar al hijo:
bendice y guarda Dios padre,
a este niño, pedazo de cielo.
Bendícelo Dios hijo, pedazo de mi carne.
Bendícelo Dios espíritu, pedazo de mi alma.
Y en la totalidad de tu presencia,
ayúdalo a encontrar la felicidad verdadera.
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