Un agujero negro

La imagen en la pared del cuarto de una niña.

Llegó un día a casa bajo el brazo de su padre y la colgó en la pared de las cabeceras de las camas gemelas. Quedó justo al centro sobre el pequeño buró que separaba los sueños de las dos hermanas mayores. Cuando quedó listo, el padre llamó a las hijas y les preguntó si les gustaba.
La mayor, sonrió y le dijo que sí, que era un cuadro lindo y que hacía juego con la nueva recámara estilo romántico que recién estrenaban. Además, agregó el padre, la lámpara de porcelana de seis candiles la iluminará de tal modo por las noches que su cuarto será un palacete de princesas. La segunda hermana, sentada a la orilla de su cama, escuchaba sin dar una respuesta. Permanecía observando el cuadro. ¿Te gusta? Mira, se parece a tí, su mirada es como la tuya. La niña, volvió la vista a su padre y dijo, a mí no me gustan los perros papá, él la abrazó y riendo le hizo algunas cosquillas que le arrancaron risas.
No bien su padre salió del cuarto, la menor se acostó en su cama para recrear en su mente la historia detrás de ese instante congelado por la magia del firmante, Francisco Ribera, autor de la obra.
Mientras su hermana mayor peinaba su pelo frente al espejo del tocador, ella se adentró al obscuro abismo de esos ojos castaños y fijos que de soslayo la retaban a adentrarse en su piel.
Se sintió como su hermana frente a un espejo en el que se veía a sí misma repitiendo soy yo.
Desde ese día comenzó el juego macabro de perderse ahí mientras todos la veían tumbada sobre su cama y salía al otro lado del mundo en un nanosegundo.
La magia de encontrar agujeros negros como este en un mundo ordinario está reservada para unos cuantos y esta niña tuvo la dicha, ¿o desdicha? de encontrarla en el cuadro de su propio cuarto.
Aunque solía perderse ahí con regularidad, nadie se dio cuenta porque el tiempo se ponía de su lado siempre, se negaba andar cuando ella no estaba.
Lo que esta niña vivió en esos escapes sólo ella y la otra chica, la del cuadro, lo saben. Y bueno, también lo supieron los cachorros que junto a ella vivieron esas aventuras y, aunque nunca le gustaron, en esas salidas fueron sus amigos inseparables.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Pedazo de cielo

Divagaciones sobre un dedo enfermo

Retazos de tiempos