Contingencia COVID-19

Escribo esto para, sí Dios lo permite, recordar un tiempo de la historia del mundo que me ha tocado atestiguar. De un tiempo acá, me ha parecido que la ficción de la que tanto disfruto se ha apoderado de la dimensión que yo pensaba, aclaro, era la realidad. Hoy es 8 de mayo de 2020 y me he animado a escribir. Mis dedos han permanecido en silencio, mis pensamientos han brincado de un lado a otro y desde que empezó el año, admito, he sufrido de ansiedad y estrés. Primero porque 2020 estaba planeado para marcar un antes y un después para mí, pues haría realidad un viaje anhelado. Todo estaba listo y, preparándome para el viaje empecé desde enero a leer noticias locales de París para irme haciendo a la idea de ser una citadina parisina, pues los viajes fueron comprados desde noviembre 2019. Algunas noticias de China y un virus parecido al SARS aparecían entre los diarios internacionales que leía. Pero el 30 de enero, en mi cumpleaños, la Organización Mundial de la Salud, emitió la alerta por Coronavirus. Los planes continuaron pero me empezaba a invadir una sensación inquieta, sin nombre, que me hacía palidecer ante un futuro incierto. Más adelante, los casos de la enfermedad empezaron a saltar en otros países. China adoptó medidas extremas y en el mundo todo seguía igual, aún y con la alerta, en febrero se hicieron visibles datos e historias de China, Corea del Sur, Hong Kong, y en Europa algunos casos. A fines de febrero, apareció el primer caso en México y, el segundo fue en Culiacán. A solo un mes de la programación del viaje, la alerta personal subió, pero aún así, mantendríamos el viaje, todo estaba pagado y listo. Empecé con dolores de espalda, de huesos y de cabeza, la incertidumbre y el estrés empezaron a minar la salud. Para el 11 de marzo, la OMS, declaró la pandemia, en esa fecha había más de 118,000 casos en 114 países con pérdidas humanas mayores a 4200. Tuve que estar más atenta a las noticias, el objetivo era revisar si nos permitirían realizar el viaje, no esperamos mucho pues Francia cerró fronteras y se establecieron medidas rigurosas para enfrentar la pandemia. Con ello, empezó el viacrucis de cancelación de vuelo, hospedaje y paseos. Dos semanas de incertidumbre: tiempo de llamadas y correos electrónicos, mientras tanto también en el trabajo todo cambió. Para el 13 de marzo, el Tec había emitido ya un periodo de contingencia, se suspendían clases por una semana, mientras se prepararía a los más de diez mil profesores en el uso de las herramientas digitales para impartir sus clases a la distancia y reiniciar para el 23 de marzo en un nuevo modelo llamado flexible y digital. Agregado a mis incertidumbres personales del viaje, el trabajo me demandaba un reto, ya que directamente me tocaba organizar y capacitar a profesores para esta nueva modalidad de enseñanza. Este nuevo desafío fue extenuante y a la vez, una medicina, me obligó a centrarme y enfocarme en mi trabajo y a "dejar" de lado la decepcionante experiencia de haber perdido mi sueño. Aún no lo supero y creo que no lo superaré nunca si no logro hacerlo realidad algún día. No hemos recuperado la inversión realizada, ahorros de muchos años y el sueño truncado. Logré que cambiaran los vuelos para noviembre 2020, tengo en monedero electrónico el costo que había pagado de hospedaje, y un evoucher de un paseo a Londres en tren y hotel que se habían reservado. Nada de eso es seguro ahora, están los vuelos, pero no he reservado ya hospedaje ni usado el evoucher para reservar nuevamente la transportación. Estoy en mutis. Una larga pausa de espera atenta, revisando de nuevo los vientos, las noticias y el desarrollo de esta pandemia.
Si bien, la enfermedad es contagiosa, también es democrática pero también incomprensible. Ha generado volúmenes de información tan grandes y de diferente tipo que ha producido una ingesta noticiosa. La población mundial tiene miedo, no porque no tenga información, sino porque la tiene en demasía y resulta difícil procesarla y juzgarla a cabalidad. 

Si en el futuro alguien me preguntara cómo fue haber vivido estos tiempos diría que hay varias dimensiones:

a) Salud. La perspectiva de enfermarte y morir por insuficiencia respiratoria o por falta de un ventilador o atención médica porque no hubo capacidad hospitalaria por el alto número de enfermos a la vez. Impactantes las imágenes en Italia, España, Ecuador y Nueva York de cientos de cuerpos acumulados que requerían sepultura. 
b) Emocional. Mantenerte aislado, distanciado de las personas que quieres porque te proteges y las proteges. Las muertes solitarias, sin velación, sin abrazos, sin deudos, sin la unción final.
c) Económico. El futuro incierto porque no hay actividad económica, no hay trabajos, no hay ingresos que permitan la subsistencia.
d) Político. Las prácticas de mitigación del contagio, cierre de empresas, limitaciones de los derechos de las personas al libre tránsito, la violencia en aumento, las dádivas, la falta de estructura política, la ausencia de poderes.
e) Social. La incomprensión de las medidas, la prepotencia, la ignorancia, la falta de cultura y educación, las desigualdades sociales, la desinformación, la falta de pensamiento crítico y civilidad.
f) Familiar. Mayor interacción, actividades conjuntas y reflexiones de la situación.

Pasó mayo, junio y mitad de julio, hoy 17 de julio, la contingencia continúa ahora utilizando un semáforo por ciudad que como un juego indica las actividades permitidas (rojo, naranja, amarillo, verde). En Sinaloa, desde que inició el semáforo el 01 de junio estuvimos en rojo. A partir del 20 de julio nos han marcado de naranja. Han pasado muchos días, hemos cancelado el vuelo de noviembre, nos dieron un voucher para volar en 2021 y nos devolvieron las entradas al museo de Louvre. Seguimos en pausa. En mi trabajo, continúo desde casa. He tomado una semana de receso, no puede decirse de vacaciones porque no saldremos a ninguna parte, pero al menos una pausa al trabajo extremo que he tenido en estos meses en los que armamos una nueva modalidad de educación y administración del trabajo académico. Y que requerirá de ajustes conforme a los semáforos, la educación demanda flexibilidad y estamos haciendo un cambio sustancial de métodos y formas de trabajo motivados por la contingencia y lo que se espera sea la pospandemia pues el virus se quedará por un tiempo indeterminado y la educación es fundamental para formar espíritus que darán respuesta a este tipo de retos en el presente y en el futuro inmediato. Y en ello, estamos poniendo todo nuestro ser.

He recordado con todo esto el cuento que escribí cuando tenía como quince años sobre el Virus Nosesiano. Ha sido como una premonición, lo escribí porque mi hermana Ilka siempre decía "No sé" y era tal nuestro desespero que me inspiró el cuento donde toda una ciudad y después todo el país se pone en cuarentena de silencio para acabar con esas palabras "no sé"... Fue un cuento en sí, absurdo, pero ese absurdo ahora ha permeado la realidad.

Al 16 de julio de 2020, en Sinaloa se han tenido 11,046 contagios y 1,674 pacientes sospechosos, de decesos el conteo es de 1,753. Son números que encierran personas y familias que han tenido contacto directo con ese virus parásito que busca organismos donde reproducirse y que ataca rápidamente al sistema inmunológico. En Internet hay una plaga también de un virus infeccioso letal, la información de productos milagro que se recomiendan y se aceptan sin un atisbo de duda cuando las personas se sienten vulnerables e indefensas. También hay notas que aducen a un complot o una idea maquiavélica de reducir la población de personas mayores, o bien, de una novelesca trama conspiratoria entre líderes políticos, tecnológicos y magnates como un medio de control. La caída de los precios del petróleo, la economía a la deriva, el desempleo y el aumento de la violencia en casi todas los países del mundo nos están poniendo en una circunstancia especial y, quizás única. Hoy escuché que las siglas AC-DC, ahora tienen también el significado antes del Covid o antes de la cuarentena... me pareció extremo, aunque, lo entiendo. He seguido con detenimiento el curso del presente y la historia reciente se está escribiendo hoy. Es una historia que escribimos nosotros, tú, yo, nuestros hijos, nuestros familiares y amigos, nuestra institución de trabajo, los vecinos, los conciudadanos, los gobernantes...
Y esta historia que se escribe con la participación de todos conlleva una responsabilidad. Estamos viviendo una época que, además, se documenta más que ninguna otra, se llevan diarios vivos en redes sociales, en imágenes y vídeos. Si pudiéramos salirnos un momento de la burbuja del presente y rebobinar (como en los ochentas lo hacíamos con los casetes) hacia adelante unos veinte años, ¿qué pensarías de tu huella digital? ¿qué registro estás dejando en tus redes sociales? ¿qué tuits tuyos estarías leyendo? Así como nos dicen que debemos usar un cubrebocas en ciertos espacios y lavarnos las manos, valorar si salimos o no, también habremos de valorar lo que compartimos en redes y cómo nos relacionamos en forma virtual. ¿Qué responsabilidad se tiene cuando se comparte información sin validez? ¿Qué mecanismos de pensamiento crítico activamos para evaluar la información que recibimos? ¿Cómo contrastamos la información con nuestros valores y lo que consideramos verdad?

En esta época en la que nos enfrentamos a una tensión personal ante las situación familiar, económica, profesional y colectiva es válido preguntarnos ¿qué es lo importante? ¿qué significa para cada uno de nosotros ser partícipe activo de un momento histórico como éste? ¿estoy respondiendo desde este ser que soy conforme a mis principios y valores? ¿hay algo más en lo que desde mi posición puedo hacer? ¿cómo puede esta situación ayudarme a crecer como persona? ¿cómo puedo ayudar a otros a hacerlo? ¿me es posible cuestionarme mi actuación? ¿es válido tomar responsabilidad sobre mis decisiones de actuación cuando no se dispone de información confiable? 

Espero continuar escribiendo... 




















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