El ombligo del mundo
El ombligo del mundo.
Esta es la historia de un gran hormiguero que estaba situado en el ombligo del mundo. Conformado por varias regiones hermanas, que a su vez estaba compuesto por un pueblo regido por una hormiga nombrada por los dioses como la jefa suprema. Cada pueblo, tenía historia, costumbres y tradiciones que pasaban de generación en generación. Pero aunque todos compartían elementos comunes había otros que no lo eran tanto, y esto ocasionaba entre ellos conflictos. Unos querían tener poder sobre los otros. Un día llegó un grupo de hormigas extranjeras, con lengua, rasgos y costumbres desconocidas. Y aprovechando los conflictos entre los pueblos autóctonos sometieron a los pueblos y establecieron un imperio. Pasaron algunos siglos, los suficientes para que hubiese una amalgama de culturas y tradiciones. Los sometidos se fueron adaptando y culturizando, al igual que los vencedores, antes extranjeros y, ahora, con raíces propias en el hormiguero y con descendencia. La dominación de los pueblos permitió que la historia fuera escrita por los detentores del poder. Los vencidos vieron reducidas sus huestes y su lengua e historia se vio también disminuida porque iba dejando de ser útil para su sobrevivencia. Más de trescientos años fueron cambiando las circunstancias y como en toda historia de sometimiento, hay injusticia y debilitamiento del poder lo que alimenta la sublevación de los pueblos. Así sucedió un día, un grupo de hormigas armadas hasta las antenas, se levantó contra los poderes establecidos. Después de una encarnizada lucha obtuvieron su independencia. Pero esto, no regresó a los pueblos a su estado inicial, ya no eran los mismos. Su historia, sus tradiciones culturales, sus pensamientos y actividades los habían transformado en otros. Eran una raza nueva, una mezcla de culturas pero sin conciencia de ello. Para algunos, su pasado era el presente todavía y guardaban resentimiento hacia todo aquello que había hecho que su pueblo se transformara en esa amalgama desconocida. Sin una identidad completa, no eran ni originarios ni extranjeros. Si pensamos en una línea con dos puntos extremos, unos se identificaban más como descendientes de los colonizadores y otros en el extremo opuesto, hacia los descendientes de las hormigas originarias. Y muchos otros estaban en el centro, inconscientes de ser esa nueva raza sin asumirse como hormigas del tiempo actual. Así, un mismo pueblo era protagonista y antagonista. Hubo que luchar y ser revolucionario para buscarse a sí mismos pero por más que buscaban y desarrollaban ideales y metas, no se encontraban.
La polarización los llevó a reformarse y contrarreformarse, pero siempre manteniendo la cuerda de la polarización activa. Mantenían un rechazo hacia lo extranjero. De acuerdo con el vaivén de los vientos políticos, se escribía y reescribía, la historia. El bueno ahora era el malo, el malo después era el bueno. El poder al pasar de un lado a otro destronaba a la historia del otrora ombligo del mundo.
Quienes habían sido venerados como héroes ahora eran bajados de sus pedestales. Los de izquierda contra los de la derecha y los de la derecha contra la izquierda y, en el centro, las hormigas veletas que no alcanzaban a discernir que ya no eran las mismas, estupefactas veían ese discurrir sin fin. Esta reescritura había tirado a la borda lo construido y en lugar de crear un puente al presente, el pueblo mestizo en transición se preguntó si lo que ayer sabía no era más cierto, ¿qué sería del ahora? Fueron parias perdidos sin un pasado fijo. Se dieron cuenta que este gran hormiguero construido en el ombligo del mundo estaba sobre una gran laguna y que tambaleaba. Incapaces de hablarse, los unos, desdeñando a los otros por ignorantes, o los otros, por sabiondos, no pudieron entenderse para mediar acuerdos y crear soluciones.
Así, ese pueblo de hormigas valientes que lucharon por su independencia e hicieron revolución y que lucharon por su soberanía en el centro del mundo, intentaron subirse a un nopal en el que estaba un águila devorando una serpiente. Caminaron en fila hacia el águila, trepando y mascullando para montarla y volar hacia otro lugar. Cuando sin darse apenas cuenta, con tanto picoteo y dolor que habían infringido a la hermosa ave, esta no tuvo otra que batir sus alas, abrir su pico y remontar el vuelo. Con ello, la serpiente se liberó arrastrándose, mientras aplastaba las huestes que esperaban su turno de subir a ese futuro que el águila representaba.
Moraleja: Olvidar, preservar, perdonar y soltar es lo que hace avanzar.
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