Almas humanas

Fin. Así termina la historia que ha contado Anita. Cierra los ojos, la niña se duerme. Ana apaga la luz pero en esa simiente de mujer se yergue furtiva una raíz regada de historias comprimidas del mundo. A la sombra de Alicia, Aurora, Blanca Nieves, Hansel y Gretel, la pequeña se nutre y recrea un futuro de príncipes a la vuelta de la esquina, de lobos en camuflaje, vampiros apasionados que prometen vida eterna, espera y bondad que aguarda, obediencia recompensada, impronta necesidad de ser amada y de servir de estatua inmaculada por la beldad y juventud en ella aprisionada. Los años han de servirle de experiencia hasta discernir a los 40 ó 50 cual equívoca tarea y comprender que los infantiles cuentos, a la luz madura se convierten en reflejos fieles de humanas almas.

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