Como una hoja

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Como una hoja del árbol de la vida. Así me siento, prendida de una rama débil que sacude el viento. La savia, fe que corre en mis entrañas, me alimenta de palabras. Mis hermanos  y hermanas hojas se sacuden y cuando el agua manada del cielo nos lustra sentimos tu cálida caricia, pura energía de dulzura. Pero los tiempos traen otros tiempos, azotes de tormentas, calor infernal, sequías, plagas acechan, enfermedades y hambrunas, incluso la guerra. Los años hacen que pierda las fuerzas, los miedos llaman a soltarme las riendas. Hoja desesperanzada, abro mis manos y caigo. Me alejo del padre de vida, me pierdo, levito en el aire, los vientos me arrastran sin esperanza y comparto pan con cosas sin alma. Me acompañan bolsas de plástico que inconscientes danzan, olvido mi Dios tus enseñanzas.



 A veces encuentro hermanos y hermanas arremolinados entre cornisas de las ventanas. Alguien nos barre de las banquetas y ese chasqueo de la hojarasca son quejidos y llantos. La hierba cercana se mueve, susurra, se apena, no puede sino llamar al Padre que todo lo puede. Me escondo entre el rosal y el nopal del jardín de esta casa donde un perro ladra. Me aquieto, medito muy próximo a un árbol en el que las hojas lozanas hablan. Mi cuerpo quebradizo aún aprisiona la esencia del alma. Ufanas, soberbias, incautas mis coterráneas se duelen de la triste infamia de ser prisioneras en rama. Libertad solicitan, ignorantes jóvenes suicidas desconocen la trampa de asumirse autónomas e independientes de quién las ama. Quisiera mostrarles lo que les espera, no puedo, mi voz no les llega. Un vientecillo me descubre y me arrastra, trato de asirme al nopal, imposible, allá voy y caigo en un hueco, bajo el árbol de las parlanchinas insensatas, me anida y me quedo ahí, temerosa, primero, mas luego, la calma húmeda me hace escuchar su voz enternecida. Me dice, mi niña cuánto has crecido, no quepo de contento por tenerte de vuelta en casa. Lloro y pido perdón por silenciar su voz y le digo que lo amo con el corazón. Me descompongo, mi cuerpo transmuta a energía pura. Mi padre me acoge contento, me sana, no soy hoja más, soy savia, palabra de vida, de fe y esperanza.


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