La exploración del universo bibliotecario.
La exploración del universo bibliotecario.
En su libro Una historia de la lectura, Alberto Manguel hace un recorrido por
la lectura y, al mismo tiempo, retrata los diferentes conceptos de la
biblioteca insertos en la concepción de los tipos de lectores. Aunque amo leer
y atesoro esta historia de la lectura de Manguel, voy a distanciarme del lado
del amante lector y situarme en el entresijo de la función, pero sin permanecer
en el lado técnico del servicio salvo para explicar esas labores que para el
usuario de las bibliotecas pasan desapercibidas y que, aunque invisibles, son
las que permiten ofrecer mejores servicios. Vayamos tomando nuestro traje
espacial para la exploración de este universo. La biblioteca, como la describe
Borges, es infinita. La raíz griega biblion, libro, thêke, almacén remite a una
función de guardar libros, sin embargo, dada la cantidad de materiales
bibliográficos que se producen almacenar por almacenar sería una labor quijotesca.
Así como el universo se compone de galaxias y cuerpos celestes distintos, las
bibliotecas son un producto humano representativo de este mismo concepto en el
que el conocimiento se clasifica y ordena de acuerdo con el objetivo del uso
futuro. Visto así, la biblioteca es un constructo abstracto que permite
ordenar, clasificar y organizar el conocimiento en función de una previsión de una
necesidad establecida. En un principio este conocimiento tenía un soporte
físico como huesos, tablas de arcilla, papiro, papel, cinta y, a últimas
fechas, en discos magnéticos y electrónicos. Por mucho tiempo, desde que hizo
su aparición la imprenta en el siglo XV, el soporte principal fue el papel. En
el trayecto de la mecanización e industrialización, las bibliotecas absorbieron
soportes como la fotografía, microfichas, cintas y cartuchos magnéticos, discos
ópticos, unidades de estado sólido, entre otros. Sin embargo, el soporte por
excelencia continuaba siendo el papel, al menos hasta que, la idea primigenia
de Vanevar Bush aparecida en 1945 de una máquina universal se hacía realidad
práctica a fines de los años 60’s cuando se empieza a hablar sobre la
automatización de la Biblioteca del Congreso y la aparición del formato MARC
(Machine Reader Code). Aun cuando en los
70’s las grandes bibliotecas universitarias comenzaron a tomar conciencia y a
integrarse en la automatización esto fue hecho en forma paulatina. En el caso
de esta biblioteca en Culiacán que inició en 1983, no fue sino hasta principios
de los noventas que comenzó con la utilización de software de automatización
para la administración del servicio de préstamo de materiales y la búsqueda en
un catálogo electrónico en forma local. En este caso, el uso de tecnología no
involucraba materiales electrónicos, dado que la mayor parte de sus contenidos
estaban en formato impreso y solo contaba con algunas colecciones de casetes de
video en formato beta y VHS, así como de audio casetes.
Hasta ahora he hablado del soporte
físico, sin embargo, las colecciones de biblioteca además de su soporte pueden
clasificarse por la forma en las que se utilizan por el usuario. Así, las
colecciones pueden ser de consulta, es decir, son aquellas que por su
naturaleza no necesitan leerse de principio a fin sino que ofrecen un uso
específico y rápido y, al que se acude para resolver una duda puntual. En una
obra de consulta, el formato mismo de acceso a los contenidos toma en
consideración el uso predeterminado de la obra. Tomemos como tarea la función
de consultar una duda de significado de una palabra, la obra destinada para
este fin es el diccionario, donde la organización alfabética o temática (o
cualquier otra) permite al usuario acceder directamente a la palabra, leer y
consumir la información presentada para resolver la duda. Igual sentido tienen
las enciclopedias y anuarios. Y sin embargo, estas se bifurcan por el alcance
temático, idioma, extensión, cronología, entre otros. Existen otras obras cuyo
contenido es un tema monográfico central en la que su extensión puede ser de
uno o varios volúmenes, en función de la propia organización del autor, por
facilidad de uso para el lector o porque así conviene al editor. Un tipo diferente de obra es aquella que
guarda una periodicidad en su aparición (diaria, semanal, quincenal, mensual,
bimestral, cuatrimestral, semestral, anual, etc.) y que tiene un título y
temática central que engloba los contenidos que ofrece. En esta clasificación
se incluyen los periódicos, revistas, journals, todas ellas publicaciones que
periódicamente se editan y que, comúnmente, se almacenan por periodos anuales
formando volúmenes. Como en las obras de consulta, las monográficas y
hemerográficas atienden también a una naturaleza temática en cuanto a los
asuntos a los que se dirigen, por ejemplo, un libro de finanzas o una revista
de negocios. Pensemos entonces en todos los materiales que puede albergar una
biblioteca en cuanto a su naturaleza, soporte, temática y forma de acceso o
utilización. Así es, la complejidad del universo se asoma, de ahí el título
para esta exploración de las bibliotecas.
Volvamos entonces a la historia
inicial, mi labor como asistente de biblioteca en el área de Servicios de
Información Electrónica era dar forma a la incipiente colección digital de la
Biblioteca. Inicialmente conformada por discos flexibles, compactos y uso de
servicios de información en línea dedicada. A decir verdad, la orientación era
dar referencia al usuario de cómo buscar en los nuevos medios e imprimir o
almacenar la información. Una pregunta que me hacía en ese entonces era cómo
ofrecer referencia sin conocer la naturaleza de la información albergada en
estos dispositivos. Lo complejo no constituía para mí lo técnico sino la parte
conceptual de cómo organizaban estos recursos la información y el conocimiento
de los requerimientos de los usuarios. Una vez que había comprendido el
funcionamiento general de las diferentes áreas de la biblioteca comencé a
explorar cada uno de los recursos y a realizar tutoriales para ofrecer ayuda
real a los profesores y alumnos que se aventuraban en la consulta de estos
materiales. También empecé a explorar la web y a diseñar la primer página web
de la Biblioteca y que aún hoy puede verse desde el sitio Internet Web Archive
(https://web.archive.org/) que preserva parte del conocimiento generado
en la Web como consulta histórica. Incluso puedes escuchar el audio de
bienvenida que en ese entonces grabé (audio).
El primer año me dediqué a esta
tarea de comprender la naturaleza de la información digital para comprobar que
al igual que en el soporte de papel, los materiales podían ser diccionarios,
enciclopedias, bases de datos, publicaciones periódicas y cuyos contenidos
podían ser de cualquiera de las áreas temáticas. El servicio continuo a
profesores y alumnos también me ofreció información sobre el tipo de
necesidades que podía resolver con los recursos digitales y cómo era necesario
vincular lo impreso y lo digital para ofrecer mayor apoyo a los usuarios.
Valga reconocer que, si bien esta
amalgama de recursos es compleja en todas sus combinaciones, lo es más buscar
una forma idónea para su organización.
En el año 1999 mientras estudiaba
la maestría en Tecnología Educativa decidí llevar a la par una especialidad en
Bibliotecología lo que me ayudó a comprender mejor mis labores en la biblioteca
y a replantear mi concepción inicial. Las materias de la especialidad fueron el
pretexto perfecto para entender la organización de la información que para mí
permanecía en una caja negra. Me acerqué a Verónica Valdez quien se encargaba
del área de catalogación y procesos técnicos y comencé a preguntar a Paty Ríos
sobre lo que escondían esos manuales azules y verdes que tenía en sus estantes
sobre los procesos de catalogación. En ese entonces, estos procesos eran
desarrollados en exclusividad para los libros en un nivel de descripción dos,
mientras en otro tipo de materiales se hacía una catalogación breve debido a la
complejidad del mismo proceso de catalogación que por ser materiales novedosos
no se tenía una definición clara en las políticas de ese entonces. También otro
motor para entender los procesos internos de adquisiciones, desarrollo de
colecciones y catalogación fue el hecho de que entre 1998 y 1999 se buscó la
unificación de los sistemas administrativos de las bibliotecas, en ese
entonces, la Rectoría Zona Pacífico, de la que formábamos parte. Se seleccionó
primero un sistema en red para sustituir Winnebago, pero luego se cambió por
otro de la empresa Sirs, Unicorn. Al ser del área de sistemas se me asignó la
tarea de preparar los registros bibliográficos para su migración al nuevo
sistema, así que me convertí en la administradora del servidor Unicornio de la
Rectoría Zona Pacífico y recibí capacitación para este proceso técnico y su seguimiento
en Hunstville, Alabama por tres días en diciembre de 1999. Esta exploración al
esqueleto técnico de los registros bibliográficos en conjunto con una materia
de la especialidad me hizo volver los ojos hacia uno de los procesos invisibles
que hacen posible los servicios bibliotecarios.
Figure 4 Ada, Verónica, Yolanda, Patricia y Virna
(1999-?)
La comprensión del universo
bibliográfico está en su organización, función central de las bibliotecas para
poder servir a sus usuarios.
La catalogación es una disciplina
dentro de la bibliotecología cuya función principal es identificar con
precisión las obras utilizando una metodología estándar para organizar la
información con el objetivo de que sea fácilmente accesible a los usuarios.
Para cada obra en particular se genera un registro bibliográfico en el que se
describen sus elementos en forma precisa siguiendo políticas de registro
internacionales que permitan el intercambio de información independientemente
del lugar en donde se realizó el registro. Esta característica permite la
catalogación cooperativa entre las bibliotecas, un parteaguas en la
administración bibliotecaria por la eficiencia de recursos humanos y técnicos
que involucra y, que visto veinte años después, representa una optimización
como trataré de mostrar a lo largo de estas remembranzas.
En un inicio, en la biblioteca en
1996 el sistema de administración de registros bibliográficos era local y la
catalogación en ese entonces era particular, aunque se seguían las políticas internacionales
que fue lo que permitió que en 1999 se pudieran migrar los registros a un
servidor conjunto entre varias bibliotecas e iniciar una catalogación
cooperativa.
En el proceso de catalogación la
identificación de los recursos se basa en la descripción precisa de la obra.
Para ello se emplean algunas herramientas básicas como el formato MARC21, las
Reglas de Catalogación Angloamericanas Rev. 2, y recientemente, desde el año
2010, el formato de contenido RDA (Recursos, Descripción y Acceso), así como el
sistema de Clasificación de la Biblioteca del Congreso.
El formato MARC 21 para registros bibliográficos es un constructo para portar la información bibliográfica de materiales textuales impresos y manuscritos, mapas, música, archivos de computadora, materiales visuales, materiales mixtos y continuos. Un registro bibliográfico dentro del formato MARC 21 tiene tres partes principales: cabecera, directorio y campos variables. En la cabecera se colocan los datos que sirven para procesar el registro en forma de códigos numéricos que se identifican por la posición del carácter. La cabecera tiene 24 caracteres. El directorio está compuesto por un conjunto de entradas que corresponden a la etiqueta, la longitud y el inicio de cada campo variable dentro de un registro. Los campos variables sirven para organizar los datos que se identifican con una etiqueta numérica de tres caracteres y se almacena en la entrada que corresponda en el directorio. Para una referencia completa en el uso del formato Marc 21 se recomienda consultar el sitio de la Biblioteca del Congreso (http://www.loc.gov/marc/bibliographic/).
Figure 5 Ejemplo de formato MARC 21 - Campos variables.
Por otro lado, las reglas de
catalogación anglo-americanas rev. 2 (RCAA2R) son normas que describen en forma
estándar y precisa la manera en la que se asientan las descripciones de la obra
dentro de las etiquetas Marc 21 (en nuestro caso) y son reconocidas a nivel
internacional como normas de procesamiento de información catalográfica. En
general, estas reglas se componen de dos partes, del cap. 1 al 13 dedicadas la
catalogación descriptiva; del cap. 21 al 26, aborda encabezamientos, títulos
uniformes y referencias. Para mayor conocimiento en el uso de esta herramienta
en las Bibliotecas del Tecnológico de Monterrey puede consultar las Políticas
de Catalogación de las Bibliotecas en http://biblioteca.itesm.mx/millennium/manuales/Manual_catalogacion_V10.pdf.
Explorar estas reglas, sobre todo del cap. 1 al 13 permite al bibliotecario neófito reconocer en estas descripciones la diversidad de recursos bibliográficos que pueden organizarse en las bibliotecas y, que ubicados en este marco de referencia ofrecen una visión de este vasto universo.
El nuevo formato RDA es un formato
de contenido que considera como prioritarias las actividades del usuario cuando
requiere información en la era digital. Constituye un estándar de catalogación
unificado basado en metadatos. Para ello, identifica las entidades, sus
características y sus relaciones que permiten al usuario encontrarlas y
manejarlas. Los elementos RDA deben
permitir la visualización de obras asociadas a una persona o institución, las
diferentes expresiones en las que se puede encontrar una obra, las diversas
manifestaciones de una expresión en particular, así como la identificación de
un ítem de dicha manifestación. Por lo que el tipo de contenido, portador y
medio son esenciales para la tarea del usuario de identificar obra, expresión,
manifestación e ítem. Y los relacionados con las personas e instituciones. Así
mismo, los elementos URI que permitan el acceso directo a los medios
específicos, de acuerdo con un ítem particular. Los elementos de relaciones
entre obras también son de suma importancia, así como el asentamiento de los
elementos considerando la premisa “toma lo que ves” y la eliminación de abreviaturas, con las
correspondientes notas, por parte del catalogador, que permita ayudar al
usuario en la tarea de “identificar” y en la de “seleccionar” al incluir la
información en forma completa y que corresponda fielmente al ítem descrito.
Tanto la actualización del formato
Marc21 (o de otros formatos futuros alternos a éste) como la visualización de
los sistemas automatizados de catálogo deberán considerar estos nuevos
elementos para potencializar la información de RDA al ser un formato de
contenido y que realmente, se beneficie de las tareas del usuario. Para comprender y utilizar este formato se puede
utilizar este recurso http://www.rdatoolkit.org/.
Respecto al Sistema de
Clasificación de la Biblioteca del Congreso (LC) se puede decir que fue
desarrollado a fines del siglo XIX y a principios del siglo XX para organizar y
ordenar las colecciones de libros de la Biblioteca del Congreso de los Estados
Unidos y ha sido adoptado por bibliotecas académicas de todo el mundo para
organizar sus colecciones. El sistema divide el conocimiento en 21 clases
básicas identificadas por una sola letra del alfabeto. Luego cada clase básica
puede dividirse en subclases añadiendo dos o tres letras, donde cada subclase
incluye un orden jerárquico de temas que pertenecen a la misma subclase. Por
ejemplo, N identifica a la clase Arte, NA a la subclase Arquitectura, ND a la
subclase pintura. Para ver las principales clases del sistema de clasificación
LC se puede visitar esta página: https://www.loc.gov/catdir/cpso/lcco/.
En español, se tiene la Lista de
Encabezamientos de Materia para Bibliotecas de la Biblioteca Luis Ángel Arango
en Colombia que se utiliza como referencia para el lenguaje normalizado de las
áreas del conocimiento conforme con los principios universalmente aceptados
para un control de vocabulario que permita analizar y recuperar información en
sistemas automatizados. También pueden consultarse encabezamientos de temas de
autoridad utilizados por otras bibliotecas como las de la Universidad Nacional
de México (LIBRUNAM).
Gracias al nuevo sistema de
automatización, la consulta del catálogo pudo hacerse en línea, es decir, los
usuarios podían consultar la existencia de los materiales desde cualquier
computadora conectada a Internet a partir de 1999. Así, el producto final del
trabajo del catalogador es visible gracias al catálogo que provee de
información al usuario para localizar el material en la biblioteca.
Comentarios
Publicar un comentario