Cap. 7 Dime que fue sólo un sueño.
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Dime que fue sólo un sueño.
VII
Si los genes biológicos pueden ser dominantes o
recesivos por qué no habrían de serlo los genes culturales.
¡No es posible! Mira que siguen pasando
estas cosas horribles, decía Artemisa con el periódico, lunes por la mañana.
Codos sobre la mesa, manos amasando el cabello, y en el titular “Suman dos
feminicidios más”. Esto de verdad que no es de Dios. Tan sólo en la semana un
esposo mató por celos a su mujer; hace tres meses sucedió lo de la chica a la
que asesinó el exnovio por despecho; y luego, esa jovencita que fue atropellada
y después degollada por su exmarido. ¿Qué sucede? Esta familia, ahora, donde
madre e hija son masacradas y el padre que ejecutó esta acción se suicida.
Imágenes de un mundo ni siquiera imaginado por Dante que aparecen en tinta
sobre un periódico y que, son en algún lugar, reales. Respeto por la vida, ¿qué
es eso? Si aparecen hieleras con órganos desmembrados, cuerpos encobijados,
colgados en puentes, qué esperamos que ocurra si, dentro de las propias
familias, se vive la violencia. Estos pensamientos se amotinaban en la mente de
Artemisa, una y otra vez, quizá debería ir a misa, se escuchó decir. Cerró los
ojos y una lágrima corrió por su mejilla cuando recordó la fotografía de cada
mujer que había tomado junto a la frase Mujer,
sonríe si tienes el valor de cambiar tu destino. ¿Qué cara tendría cada una
de estas mujeres asesinadas? ¿Por tener el valor de cambiar habían sido
calladas? ¿Cómo serán las caras de las madres de esos hombres? se preguntó. ¿Cuántas
mujeres en el mundo estaban sufriendo por solo el hecho de ser mujer? ¿Cuántas
lo han hecho desde que el mundo es mundo? ¿Es esto natural porque es cotidiano?
Sintió que su corazón se encogía. Pensó en su madre, esa mujer quejosa y devota
de la iglesia que iba y venía sin parar, teniendo la casa arreglada para la
familia, la comida caliente y la preocupación por los hijos y el marido a flor
de piel. ¿Sería feliz? Nunca se lo había preguntado. Empezó a recorrer escenas
de su historia personal, en una ocasión su padre empujó enojado a su madre y ella misma corrió a socorrerla mientras
gritaba, no papá, deja a mamá. En otra, escuchó cuando le dijo “te corto la
cabeza si me has dicho alguna mentira” o “me haces enojar, estúpida, babosa”.
De alguna manera, ella había recortado y minimizado esas escenas de su
infancia, o tal vez, habían permanecido con ella como recuerdos latentes que la
hacían ser lo contrario a su madre, voluntariosa, nada dejada e indiferente.
Buscó su teléfono celular para observar su propia fotografía, se sorprendió al
descubrir la mirada y la apacibilidad de su madre en esa Mona Lisa imitada, ahí
estaba ella, en su interior había seleccionado, como su madre, la misma arma
para luchar por cambiar, una sonrisa de abnegación. Se asustó y mucho. Lo que
había luchado para ser diferente y se estaba enfrentando a un hecho, aún no
sabía cómo actuaría en una situación similar a la de su madre, pero se
perfilaba hacia el mismo modelo aunque no lo quisiera en forma consciente.
Perdónate y perdónala, escuchó una voz en su cabeza, sus circunstancias no son
las tuyas, cada uno hace lo que puede, no necesariamente lo que quiere. Cuando
sea tu turno sabrás cuáles herramientas tienes para lo que se te presente. Lo
mejor es que abras el corazón al perdón. Artemisa tomó una decisión.
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