Cap. 8 Dime que fue sólo un sueño.

Dime que fue sólo un sueño.


VIII

La observación científica puede tener puntos ciegos cuando olvida alguna de las dimensiones humanas.

Londres me ha parecido triste y oscuro. El freaki-show como llaman aquí al circo queda muy bien con estos viejos edificios pues el temor de la gente a lo diferente parece recrudecerse con la oscuridad lo que lo hace más atractivo al público. Lent está contento porque asiste toda clase de personas, desde merenderos hasta sires y príncipes, pasando por científicos intentando explicar nuestros “males”. Los doctores también suelen tener sus inquietudes científicas conmigo. No hace mucho un tal Dr. Mott me examinó, también lo hizo un zoólogo, que estudia los animales, “zoo” como zoológico. Un anatomista revisó mi fisonomía, mi estatura le llamó la atención porque en Londres no hay muchos chaparritos como en México. También dibujó mi boca y mis dientes, me escuchó cantar y quedó muy complacido. No me molesta que me analicen, al contrario, siento que estoy haciendo un servicio humanitario porque buscan explicarse nuestro origen como especie. Según escuché Mr. Darwin ha propuesto que descendemos de los chimpancés, no lo creo, el exterior no cuenta para mí. Lent dice que el mundo científico es la mejor mercadotecnia y creo que tiene razón, mi daguerrotipo está en periódicos y revistas científicas. Él conoce este negocio muy bien, pronto iremos a Alemania también. Estoy emocionada, Lent me compra vestidos hermosos, aunque en el espectáculo poco luce por lo sombrío y polvoso del espacio. Algunas noches tengo sueños raros, desfilan ante mí diferentes rostros, me ven solamente, no puedo cantar, estoy inmóvil dentro de una caja de cristal. Me asusta y despierto temblorosa, me levanto y ensayo un paso de baile. Lent prometió que nos casaríamos en Alemania, tenemos dos años juntos y aún no cumple su palabra. Aunque como predijo, Sepúlveda no nos siguió. Siento tristeza de no poder regresar a México. Hoy recibí una buena noticia, en Alemania haré una obra de teatro, me estoy preparando aunque no entiendo mucho los diálogos, estoy segura que será un éxito.
Vivir en una ciudad como Londres es muy diferente a vivir en México, aquí hay numerosos coches, grandes fábricas que trabajan día y noche con máquinas en las que un solo hombre hace el trabajo de muchos, donde se reciben mensajes desde el otro lado del Atlántico casi en el mismo momento y no hay que esperar meses para tener noticias de Nueva York con ese invento llamado telégrafo.


Un día sin que Lent se diera cuenta, salí a caminar por la ciudad yo sola, eso sí, cubierta con un velo y un sombrero, no podemos exponer la mercancía así como así, como dice Lent. Entré a un edificio donde se exponen inventos o cosas nuevas que dicen revolucionarán al mundo. Había una máquina imponente en medio de la sala con un letrero que decía era la máquina de un Sr. Babbage. Junto a mí una joven delgada con una pequeña libreta la dibujaba, hacía preguntas y preguntas. Si pudiera explicar lo que sentí mientras observaba y escuchaba a aquella mujer hablar emocionada ante ese aparato, era como si un velo grande fuera impuesto a mi entendimiento en un lenguaje incomprensible para mí. Palabras como cálculos, memoria, variable y… una palabra como árabe como albóndiga, pero era… algoritmo, si esa era la palabra que se cruzaba con matemáticas. Era raro escuchar a una mujer hablar así, con esa pasión y arrojo sobre un tema que no tenía que ver con lo que normalmente interesa a una señorita: sombreros, moda, bolsas, vestidos, eso era lo normal. Salí de ahí asombrada, aunque no entendí lo que era, si supe que ella disfrutaba de aprender como yo. Mientras caminaba pasé por una librería, me asomé y vi un libro de un autor que había escuchado nombrar antes, Dickens. No tenía dinero para comprarlo porque Lent es quien hace las compras, se lo pedí pero no lo compró. Sólo dijo, estás loca, leer, para qué quieres tú leer. Me quedé pasmada. Sólo debes cantar y bailar, te prohíbo salir. ¿Lo escuchaste? ¿My Darling?




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