Cap. 11 Dime que fue sólo un sueño.
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Dime que fue sólo un sueño.
XI
El despertar de la conciencia surge del conflicto
individual
La aplicación móvil appsMaravillaSoy fue un
éxito. Artemisa puso en celulares, tabletas y computadoras opciones fáciles
para motivar en el aprecio hacia la mujer y al hombre desde cualquier ámbito o posición.
Había ahí una red social de autoayuda que creció en forma exponencial, una
policía preventiva pro-convivencia familiar, memes revalorizando la función
social de la mujer y la del hombre, el cambio radical era el equilibrio de
géneros. Una suma de beneficios sin resta de desventajas buscando la integridad
de las dos mitades de la naranja. Artemisa escudriñó esa imagen que acababa de
formar de sí misma en un futuro muy próximo. Se sintió revolucionaria.
Trabajaría sin descanso y uniría fuerzas de distintas disciplinas y compañeros
de todos los géneros. Lo importante era cumplir esa imagen que empezaba a
formarse de un futuro equilibrado de hombres y mujeres. No había que tener un
organismo pro defensa de la mujer, sino un organismo por la defensa de la
persona, el género no era importante, sino el valor de ser persona. Todo un
cambio de paradigma. No había que buscar la representatividad femenina en el
congreso sino que éste tuviera como centro el bien común de las personas,
independientemente de su género.
Ni machismo ni feminismo, el equilibro
paradisíaco del edén perdido. Romper con paradigmas y modelos familiares,
costumbres y hábitos formados por el largo tránsito de la civilización donde la
fuerza y el sometimiento fueron el mazo y la mejilla. Ir contra la corriente,
contra lo conocido y lo fácil, eso sería el reto. Cuánto tiempo llevaría, no lo
sabía, si en 1953 fue el primer año en que se permitió votar a la mujer y
después de más de sesenta años no todas ejercen ese derecho, qué podría
esperarse de esas diferencias de género alimentadas desde el inicio de los
tiempos. Y qué podría hacer una simple aplicación tecnológica para revertirlo.
Artemisa trató de armar de nuevo la imagen pero las piezas cayeron de su
pedestal y ella se sumió en una depresión profunda. Lloró por ella, por su
madre, y por cada una de las mujeres que había fotografiado junto a aquella
frase en el centro de la ciudad. Era solo una simple mujer agobiada por el peso
de la historia, esa losa pesada que cuesta trabajo romper por costumbre y tradición.
Pensó en Mandela, cuyo legado era reconocido en el mundo, un personaje que
había pasado a la historia por ser una gota de agua insistente y paciente. La
historia está llena de gotitas aisladas en diferentes épocas y, ¿si se juntaran
en redes sociales todas esas gotitas del mundo, podría haber un cambio? No hace
poco derrocaron un gobierno en Egipto, pensó Artemisa. Y en México el #yosoy132
también había resonado pero, sin un proyecto íntegro y razonable, el destino es
el fracaso. Las gotas puras no son muchas y, en redes sociales se cuelan con
facilidad las impuras y díscolas, pensó. Cómo desaprender lo aprendido y
nutrido por nuestras madres, y enseñar a nuestros hijos e hijas formas que
desconocemos. La innovación disruptiva en el seno familiar es la clave,
prepararnos para romper con lo que somos y recrearnos basados en una nueva
concepción ética del ser. Artemisa se asustó, sus divagaciones la asustaban, no
estaba acostumbrada a filosofar y menos aún a ponerse en acción a partir de su
propia concepción de la vida. Luchaba contra sí misma, sintió miedo, pero
también placer por sentir que empezaba a moverse en ella esa disrupción que
buscaba. ¿Cómo podía ser ella una gotita pura? ¿Podría ser desde su familia
nuclear un motor para el cambio, por lo menos en la minúscula célula familiar
que ella, en su momento, podría formar con otra persona que ni siquiera
vislumbraba todavía? Dios, pensó Artemisa, ¿me estaré volviendo loca?
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