Cap. 12 Dime que fue sólo un sueño.
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Dime que fue sólo un sueño.
XII
La memoria episódica guarda las herramientas ideales
para lidiar con los momentos amargos, por ello, busca incrementar las experiencias placenteras.
La gira ha comenzado y la obra de teatro
sólo tuvo dos funciones en Leipzig. La consideraron un atentado contra la moral
y las buenas costumbres. Nuestro espectáculo ha tenido tropiezos pero Lent y yo
nos hemos casado. Estoy tan contenta. Lent se muestra taciturno, entra y sale.
Lo veo poco y me mantiene aislada porque soy parte del espectáculo. Quien me
quiera ver, debe pagar. Ignoro cuánto dinero hemos generado pero no ha de ser
mucho. Lent continuamente se queja, yo trato de cambiar cosas que percibo no le
gustan al público, o que me parecen chocantes, pero Lent se enoja porque dice
que ahí está la clave: a la gente hay que alimentarle el morbo. Hay que ponerla
en contradicción, eso es lo que trae la ganancia al botecito, y lo mueve como
maraca. No me he sentido muy bien, pero no digo nada, callo para no incrementar
su enojo. Él deja de ser bueno cuando se enoja y, a veces me hiere con sus
palabras, repaso mis notas internas y me digo, no sabe lo que dice, borra esa frase, olvida ese gesto, no
tiembles, ten confianza este momento pasará, aguarda pacientemente, no es él
quien habla, pronto se mostrará arrepentido y todo estará bien. Me cuesta
caminar y colocarme el corset, estoy engordando y todavía vamos a Moscú. The show must go on, como dice Lent.
Acá todavía me es más difícil saber de
México, aun no aprendo alemán, me ha costado más trabajo que el inglés. Así que
no leo ni el periódico. Sólo sigo agudizando mi oído para saber lo que ocurre.
A veces cierro los ojos y me transporto a Mazatlán, veo la playa azulada desde
la parte más alta y como las olas arremeten contra las piedras, escucho el
murmullo de las gaviotas y siento el susurro del viento sobre mi cara, mi pelo
se mece y se enmaraña, mis pies están descalzos y siento las grietas de las
piedras. Siento un dolor dulzón de melancolía, veo los barcos que se mecen en
el horizonte y quisiera saltar y estrellarme en el agua entre las olas, sentir
que me arrastran hacia el océano y floto, floto entre los lobos marinos que me
rodean y me huelen el pelo, menean sus bigotes y me permiten subirme en sus
lomos y llevarme a la isla de la Piedra donde me dejan sobre la arena impávida.
Así, sintiendo el calor del sol, la arena caliente y húmeda, la espuma del mar
me lava y reconforta en un éxtasis del que no quiero desprenderme.
¡Julia!¡Julia! Anda floja sírveme la cena.
Déjate de estupideces y a trabajar, yo ya cumplí con mi promesa, ahora es tu
turno de servirme como mujer, que bien que sé que lo eres aunque no lo
parezcas.
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